Imagina que Bolivia es un puesto de jugos en un mercado internacional de 32 billones de dólares en comercio de bienes y servicios. Hoy vendemos desde un sector cubierto - el MERCOSUR - que representa más del 60% del PIB sudamericano (aprox. USD 2,6 billones) y concentra más de 50 acuerdos comerciales firmados o en negociación. Tuto Quiroga propone levantar el toldo y salir a la calle para competir directamente con conglomerados que facturan más que nuestro PIB anual (USD 45.000 millones), sin socios, sin escudo arancelario y sin logística propia. La metáfora es gráfica, pero los números la vuelven brutal.
Bolivia representa apenas el 0,047% del PIB mundial y el 0,09% del comercio global. En 2024, nuestras exportaciones sumaron USD 10.200 millones, de los cuales más del 70% fueron gas natural, minerales y soya. El 49% de esas ventas fueron a miembros del MERCOSUR y CAN, con aranceles reducidos o eliminados gracias a acuerdos regionales. Fuera de este marco, los aranceles promedio a productos bolivianos en mercados grandes como la Unión Europea o China podrían subir entre 4% y 9%, lo que equivaldría a pérdidas anuales de entre USD 300 y 600 millones solo por sobrecostos aduaneros.
En términos industriales, Bolivia está en el puesto 137 de competitividad global (WEF), con productividad laboral un 65% menor que el promedio latinoamericano. Esto significa que cualquier apertura unilateral nos expone a un shock importador: según simulaciones basadas en elasticidad de demanda y experiencia de países comparables, un escenario de libre competencia plena podría reducir en un 15% el valor agregado industrial en menos de cinco años. La informalidad (estimada en 74% de la fuerza laboral) agrava el problema: sin capacidad de reconversión productiva, los trabajadores desplazados quedarían sin redes formales de protección.
El MERCOSUR, aunque imperfecto, ofrece amortiguadores que Bolivia no puede replicar por sí sola. A nivel comercial, mantiene acceso preferencial a un mercado de 280 millones de personas. A nivel social, garantiza derechos de residencia y trabajo a más de 2,5 millones de bolivianos en la región, derechos codificados en normativas supranacionales más difíciles de revocar que acuerdos bilaterales ad hoc. A nivel geopolítico, facilita el tránsito de exportaciones vía Brasil, Argentina y Paraguay, protegiendo nuestro acceso indirecto al mar. Renunciar a esto es renunciar a un sistema de seguros sin tener póliza alternativa.
La propuesta de Quiroga asume que un país sin litoral y con logística dependiente de terceros puede negociar de igual a igual con potencias industriales. En el ranking de conectividad marítima de la UNCTAD, Bolivia ocupa el lugar 156 de 169, precisamente porque depende de la infraestructura y la voluntad política de vecinos. Cualquier fricción bilateral puede encarecer nuestras exportaciones en hasta 12% por costos logísticos adicionales. En un mundo donde más del 80% del comercio se mueve por vía marítima, eso no es un detalle: es una vulnerabilidad estructural.
Políticamente, retirarse del MERCOSUR no nos da mayor libertad de acción; nos reduce a observadores sin voz en las reglas comerciales del continente. En vez de impulsar reformas desde dentro - como flexibilizar cláusulas para tratados paralelos o modernizar la estructura arancelaria- la propuesta rompe el puente y quema los cimientos. Países pequeños que prosperaron (Singapur, Irlanda, Estonia) lo hicieron no aislándose, sino insertándose estratégicamente en redes de comercio con fuerte respaldo diplomático y logístico.
El camino pragmático para Bolivia es utilizar el MERCOSUR como plataforma, no como cadena. Aprovechar el acceso preferencial para diversificar exportaciones más allá de materias primas, invertir en capacidades tecnológicas y negociar aperturas específicas donde tengamos ventajas competitivas reales (litio, alimentos orgánicos, energía renovable). Salir del bloque no acelera este proceso; lo sabotea desde el inicio.
El problema con el plan de Tuto Quiroga no es solo que sea inviable; es que ignora métricas básicas de economía política y de logística comercial. Plantea un salto al vacío sin evaluar costos, plazos ni amortiguadores. La evidencia empírica y la teoría económica convergen en algo que él parece pasar por alto: en el comercio global, los países pequeños que actúan solos no ganan influencia, la pierden. Y cuando un Estado sin mar y con alta dependencia importadora se expone a las reglas de un mercado hipercompetitivo, el resultado no es independencia, es marginalidad.
Que más?
- No disfrutarás la conectividad de Internet que conlleva la cooperación tecnológica regional.
- No participarás en programas de intercambio cultural.
- No mantendrás tu voz en las decisiones geopolíticas de Sudamérica.
- No te beneficiarás de la reducción de los costes de transporte dentro de la región.
- No tendrás acceso a bienes de consumo de calidad de países vecinos a precios asequibles.
- No tendrás acceso a mercados energéticos integrados con infraestructuras compartidas.
- No participarás en programas regionales de conservación del medio ambiente.
- No escaparás a ser descartado como un país insignificante e irrelevante en un mundo hostil en el que solo importan los bloques regionales integrados.
- No protegerás el futuro de tu familia, ya que el aislamiento económico conduce al estancamiento.
- No defenderás tu soberanía cuando las potencias mundiales ignoren tus demandas. Quien escuchará a mini-Bolivia en foros mundiales?
- DEPENDERÁS QUE TUTO y SU EQUIPO RECUPERE TODO ESTO SOLOS, ¿CONFÍAS EN ELLOS? SERÁN 4 AÑOS PERDIDOS MIENTRAS NUESTROS VECINOS SIGUEN AVANZANDO JUNTOS.
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